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¡Señor, date prisa en ayudarme! son las palabras del salmo responsorial de este domingo. ¿Cuántas veces en mi vida he dicho estas palabras a mi Dios en medio de lágrimas y de sufrimiento? ¿Cuántas veces me he sentido como Jeremías en el fondo del pozo que nos describe la primera lectura de este domingo? ¿Decenas? ¿Cientos?
Sin lugar a duda, todos hemos sentido que hemos tocado fondo, que la esperanza se terminó, que no hay manera alguna para solucionar la pena que nos embarga, el problema que nos mantiene despiertos por la noche, la enfermedad que nos aqueja.
Sin embargo, Dios me ha demostrado, una y otra vez, que él siempre “se inclina hacia mí y escucha mis plegarias”, que “me pone a salvo y pone mis pies firmes sobre la roca”. Tal vez no lo ha hecho con la rapidez con la que a mi me hubiera gustado, pero siempre me ha socorrido cuando el momento es perfecto, de acuerdo con su plan divino.
Oremos… Pidamos al Señor que nos ayude a confiar en él para saber que todo está en sus manos y que nos permita tener la paciencia necesaria para saber esperar el momento perfecto de su respuesta misericordiosa en nuestras vidas. Amén.
Imagen: iStock.com/D-Keine
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