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“Y el que no carga su cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo”. –Lucas 14, 27
Las cargas ligeras en los hombros se transportan fácilmente, mientras que otras son más pesadas. El diagnóstico en el consultorio del médico cambia los parámetros de nuestras vidas: es una hora de angustia. Si el techo realmente se está cayendo y no hay dinero para arreglarlo, estamos paralizados en cuanto a cómo proceder. Las adicciones de los hijos adultos, el desempleo del cónyuge, los recuerdos persistentes de viejas heridas son verdaderos obstáculos para la felicidad. Todos llevamos cruces, incluso si otros no pueden verlas.
Aun así, seguimos a Jesús. El Viacrucis es una de las devociones más populares por una razón, porque nos tambaleamos, nos caemos, nos levantamos y continuamos. Somos juzgados y traicionados, despojados y abandonados, y luego se nos ofrece la amabilidad inesperada en el camino. La muerte está al final de este camino, pero luego hay algo más. Caminamos juntos, creyendo en ese “más’’.
Reflexiona sobre las cruces personales. ¿Quién o qué hace posible llevarlas?
OREMOS… Dios de majestad y gloria, nos inclinamos y confesamos nuestra pequeñez ante ti. La humildad puede sentirse incómoda, pero es necesaria. Guíanos en una vida de alabanza que, poco a poco, convierta la virtud de la humildad en un ejercicio gozoso de la verdad. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.
Debido a que El Evangelio en el hogar hace una pausa durante los meses del verano, tomaremos nuestras reflexiones semanales de Para meditar las lecturas dominicales.
Traducción: Antonio Andraus Burgos
Imagen: iStock.com/kevron2001