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¡Qué volubles nos hacen sentir los acontecimientos de la Semana Santa! Aclamamos a Jesús con gritos de alabanza y alegría cuando entra a Jerusalén el domingo. Luego, el viernes, gritamos “¡Crucifícalo, crucifícalo!”. En los Evangelios del Domingo de Ramos de la Pasión del Señor, escuchamos relatos de la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén, su Última Cena, su traición, arresto, juicio, crucifixión, Muerte y sepultura. Suficiente para dejarnos aturdidos emocional y espiritualmente.
No estamos solos cuando luchamos en contra del pecado y el egoísmo. San Pablo escribió en su carta a los Romanos “No entiendo mis propios actos: no hago lo que quiero y hago las cosas que detesto” (Romanos 7, 15). Y en el Apocalipsis dice “Conozco tus obras: no eres ni frío ni caliente. ¡Ojalá fueras frío o caliente! Pero porque eres tibio y no frío o caliente, voy a vomitarte de mi boca” (3, 15–16).
OREMOS: Señor, ayúdanos a crecer en amor por ti y por los demás ahora que llegamos a los últimos días de la Cuaresma y nos acercamos a la celebración de la Pascua. Ayúdanos a vencer nuestro egoísmo y nuestro pecado. No nos vomites de tu boca. Mas bien, aviva la llama de la fe en nosotros para que nos consumamos en amor y convicción. Abre nuestra boca para alabarte con constancia. Te lo pedimos por el santo nombre de Jesús. Amén.
Traducción: Erika De Urquidi
Imagen: Nabil BOUTROS/CIRIC