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Para muchas personas, los abuelitos y otras personas mayores han tenido un papel muy importante en su vida de fe. Para mí, mi abuela fue la que me enseñó la mayoría de las oraciones y devociones de la Iglesia. Gracias a ella me sé de memoria toda la Letanía del Santísimo Rosario desde que era pequeña. Ella solía arrodillarse junto a mí después de comulgar y susurraba en mi oído la Anima Christi, que continúa siendo la primera oración que rezo después de recibir la Eucaristía en Misa. Tengo la fortuna de que mi abuela sigue con vida. Ella continúa siendo un modelo de fe y confianza en Dios a sus 94 años de edad.
En ocasiones la vida se vuelve demasiado atareada que nos olvidamos de los que nos han enseñado tanto y todavía tienen mucho que compartir con nosotros. En su mensaje para la Segunda Jornada Mundial de los Abuelos y de los Mayores, que se celebra el 24 de julio, el Papa Francisco nos invita a “ir a visitar a los ancianos que están más solos, en sus casas o en las residencias donde viven. Tratemos que nadie viva este día en soledad”.
Que inundemos de amor los corazones de los ancianos a nuestro alrededor, para que puedan experimentar la ternura del amor de Dios en su vida. Amén.
Imagen: Erika De Urquidi