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“Por el contrario, cuando te inviten, ocupa el último lugar’’. –Lucas 14, 10a
Puede ser fácil para nosotros entregar la porción más grande de pastel a un amigo, o el lugar de honor en la mesa a un padre anciano. Podemos entregar el control remoto a nuestro cónyuge y ofrecer deferencia al jefe, pastor o líder del equipo. Resulta un poco más difícil hacer que esta elección humilde sea nuestra primera opción en cualquiera circunstancia, especialmente en aquellas situaciones en las que podríamos sentir que merecemos un poco de respeto y aprecio. O cuando la persona que toma el asiento de honor no es alguien a quien honramos. El hecho es que la humildad no nos sirve en nuestra sociedad. Tienes que ser agresivo, auto-promocionarte y presumir tus cualidades de forma maníaca para salir adelante. Tienes que ser el presidente de tu propio club de fans para ser admirado. La humildad solo es útil si el objetivo es la sabiduría y el crecimiento espiritual. ¿Hacia dónde nos dirigimos: hacia arriba o hacia abajo?
Imagina tu vida como una tabla de monopolio espiritual. ¿Qué propiedades necesitarías adquirir para “ganar’’?
Debido a que El Evangelio en el hogar hace una pausa durante los meses del Verano, tomaremos nuestras reflexiones semanales de Para meditar las lecturas dominicales.
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