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“¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envío a mí, así los envío yo también’’. –Juan 20, 21
En la historia de Jesús encontramos muchos “envíos”. Primero, Jesús es enviado por su Padre para ser parte del mundo. Luego, Jesús envía a sus discípulos (la palabra apóstoles significa literalmente “los enviados’’) para llevar buenas noticias a todos los rincones de la tierra. Finalmente, cuando Jesús regresa a su Padre, envía al Espíritu Santo a permanecer con su Iglesia hasta el fin de los tiempos. Una cosa está clara: en el Evangelio, nadie se queda sin nada que hacer.
Nosotros también estamos entre los enviados. Nos envían para brindar consuelo a los que están tristes, asistencia para los necesitados, justicia para los oprimidos, curación para los enfermos, conocimiento para los ignorantes y esperanza para los desesperados. El Espíritu Santo sigue siendo nuestra luz, guiándonos en nuestra misión de promover el bien común. Desde los tiempos de Jesús, la ayuda divina siempre llega con rostro humano. Deja que sea tuyo.
¿Quién ha sido enviado a tu vida para traer buenas noticias a lo largo de los años?
¿A quién has sido enviado especialmente?
Debido a que El Evangelio en el hogar hace una pausa durante los meses del Verano, tomaremos nuestras reflexiones semanales de Para meditar las lecturas dominicales.
Imagen: SweetPublishing/JimPadget