“El que haga caer a uno de estos pequeños que creen en mí, sería mejor para él que le ataran al cuello una gran piedra de moler y lo echaran al mar.” –Marcos 9, 42
Jesús no se andaba con rodeos, era un hombre franco, especialmente cuando se trataba de personas hipócritas o que trataban de engañar a otros. Sus palabras me llevan a pensar en el ejemplo que yo soy para los demás, sobre todo para los “pequeños”. ¿Cuido mi lenguaje? ¿Estoy consciente de los pequeños oídos y ojos que podrían estar oyéndome u observándome? ¿Evito tener conversaciones de adultos enfrente de los niños? Los programas que veo, los libros que leo y las personas con las que socializo, ¿muestran coherencia con las enseñanzas de Jesús que yo comparto con los niños que están a mi cuidado?
La pregunta más importante es: ¿Soy quien digo ser? Decimos a los niños que “las acciones hablan más que mil palabras”. Esto también aplica a los adultos.
Imagen: Catholic Diocese of Saginaw/CC BY-ND 2.0 via Flickr.com