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“No dejes que tus corazones se turben o tengan miedo’’. –Juan 14, 27
Jesús trae paz y nunca temor. ¿No es extraño, entonces, que la religión haya sido tan a menudo portadora de miedo y ansiedad para tantos? Obviamente no es Jesús quien produce el miedo. Las personas justas que hablan en su nombre son los anfitriones de esta situación.
Cuando era una persona más joven, recuerdo episodios en los que hice mal y lo sabía. En esos momentos, estaba convencido de que Dios ya no me amaría más porque estaba demasiado lejos de la perfección. ¡Imagínate si eso fuera cierto! Dios no amaría la mayor parte de la creación, la mayor parte de la historia humana, si la perfección fuera todo lo que podría ser amado. Gracias a Dios no es cierto. Dios nos ama incluyendo cuando estamos en estado pecaminoso.
¿Es posible vivir más allá del miedo, en nuestro camino con Dios? ¿Podemos dejar de tratar a Dios como un árbitro que está haciendo un llamado en cada movimiento que hacemos? Dios es más como el amigo que nos ayuda a estacionarnos en paralelo parados en la acera: un poco de esta manera, es suficiente, está bien.
¿Quién o qué te ha dado una guía valiosa en el camino?
¿Cómo compartes lo que sabes?
OREMOS… Señor Dios, buscamos la llegada de delante de nosotros, la venida del reino, la satisfacción del deseo de nuestro corazón. Ayúdanos a recordar que nuestros corazones estarán inquietos hasta que descansen en ti. Amén.
Debido a que El Evangelio en el hogar hace una pausa durante los meses del Verano, tomaremos nuestras reflexiones semanales de Para meditar las lecturas dominicales.
Traducción: Antonio Andraus Burgos
Imagen: Distant Shores Media/Sweet Publishing [CC BY-SA 3.0], via Wikimedia Commons