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Cuando mi hijo tenía 8 años, me regaló un platito de cerámica para colocar los anillos que él mismo hizo en su clase de arte. El platito es de color azul eléctrico y en el centro tiene 3 pequeñas ranas color verde limón con lenguas largas y rojas. Una parte no está pintada porque “la maestra no le dio tiempo para terminarlo”.
Cuando me lo entregó hace once años junto con una tarjeta para el día de las madres, mi corazón se desbordó de alegría y de amor. Para mí, ese platito vale más que cualquier lujoso joyero.
Todas las noches, al quitarme mis anillos y aretes antes de irme a la cama, los coloco en ese platito que me ayuda a recordar el gran amor que tengo por mis hijos.
Esto me hace pensar en nuestra Madre del cielo y cómo debe sentirse cuando recibe nuestras oraciones. Quizá nuestras Ave Marías no siempre son perfectas, o nuestros Rosarios se quedan incompletos cuando el sueño nos vence por las noches, pero si vienen de lo más profundo de nuestro corazón de hijos, para nuestra Madre María son como joyas valiosas y perfectas.
Hoy le damos gracias a Jesús por el gran regalo de su Madre y a ella le pedimos que nos ayude a estar siempre cerca de su hijo. Amén.
Imagen: iStock.com/nito100
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