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“No me molestes; la puerta ya ha sido cerrada. . . . No puedo darte nada’’. –Lucas 11, 7
Personas sensatas cierran sus puertas con llave al final del día. Esto cierra nuestra responsabilidad hacia el mundo exterior. Una vez que la puerta está cerrada, no te molestes en llamar. Vuelve mañana después de que se haya puesto el sol y el café.
Sin embargo, Jesús compara la generosidad de Dios con la persona que se levanta de la cama después de cerrar la puerta para ayudar a un amigo necesitado. Si tú y yo hiciéramos esto cuando el golpeteo persistente del visitante de medianoche sea demasiado molesto, ¿Cuanto antes y de mejor humor responderá Dios a nuestras necesidades?
Todos cerramos nuestras puertas en ciertos puntos de cada relación: cuando las demandas son demasiado frecuentes, cuando estamos cansados o desgastados, cuando nuestras propias preocupaciones llaman nuestra atención, cuando los recursos se agotan y nuestros corazones están iguales. A veces, los límites se establecen y la puerta debe permanecer cerrada. Pero de vez en cuando, deberíamos revisar esa política. ¿Estamos vendiendo las demandas de la hospitalidad escasamente?
¿Quién te ha abierto una puerta que de otra manera hubiera permanecido cerrada?
¿Cómo sabes cuándo es el momento de abrir una puerta para otra persona?
OREMOS… Dios generoso, tu hijo Jesús nos enseña a pedir lo que necesitamos con confianza. Jesús promete que si buscamos fervientemente encontraremos, si llamamos persistentemente, la puerta se abrirá. Da coraje y fuerza a aquellos que más necesitan tu ayuda consoladora, y seca las lágrimas de aquellos que lloran con tu tierna misericordia. Amén.
Debido a que El Evangelio en el hogar hace una pausa durante los meses del verano, tomaremos nuestras reflexiones semanales de Para meditar las lecturas dominicales.
Traducción: Antonio Andraus Burgos
Imagen: Distant Shores Media/Sweet Publishing [CC BY-SA 3.0], via Wikimedia Commons
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