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“Regocíjate porque tus nombres están escritos en el cielo’’. –Lucas 10, 20
La última semana de la vida de Jesús es tan convincente que pasamos una semana completa de cada año reflexionando sobre ella. Solo el primer día de esa semana, Domingo de Ramos, es una experiencia feliz. El resto es una arena rápida que corre hacia la tragedia.
Podemos ser perdonados por pensar demasiado en las partes terribles de la historia del evangelio. Sin embargo, nadie siguió a Jesús debido a la forma en que murió. Los primeros discípulos fueron atraídos por la forma en que vivió. Jesús enseñó con autoridad (no como otros líderes religiosos). Respaldó sus palabras amorosas con acciones curativas. Habló de justicia y luego trató a los pobres y no deseados con dignidad y ternura. Denunció el mal y luego rebotó demonios en sus oídos. La historia del día a día de Jesús fue una letanía de alegría para quienes lo siguieron. No podemos permitirnos olvidar la alegría al seguirlo hoy.
Hagamos espacio para la alegría en la práctica de nuestra fe. Asiste a misa como si realmente estuvieras celebrando. Atrévete a sonreír en la iglesia. Hazles saber que eres cristiano por tu risa. Trae alegría a los demás diariamente.
¿Quién o qué me trajo alegría recientemente?
¿Cómo puedo llevar alegría a donde voy hoy?
OREMOS… Dios generoso, tu hijo Jesús nos enseña a pedir lo que necesitamos con confianza. Jesús promete que si buscamos fervientemente encontraremos, si llamamos persistentemente, la puerta se abrirá. Da coraje y fuerza a aquellos que más necesitan tu ayuda consoladora, y seca las lágrimas de aquellos que lloran con tu tierna misericordia. Amén.
Debido a que El Evangelio en el hogar hace una pausa durante los meses del verano, tomaremos nuestras reflexiones semanales de Para meditar las lecturas dominicales.
Traducción: Antonio Andraus Burgos
Imagen: Distant Shores Media/Sweet Publishing [CC BY-SA 3.0], via Wikimedia Commons
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