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El lunes pasado celebramos la Asunción de la Santísima Virgen María. Este lunes, celebramos la Memoria de la Bienaventurada Virgen María Reina. En esta fiesta, como en muchas fiestas marianas, escuchamos el Evangelio de la Anunciación (Lucas 1, 26–38). Como mi cumpleaños es el 25 de marzo, siempre he sentido una conexión especial a la Anunciación y trato de imitar el “sí” de María en mi propia vida. Cuando visité la Basílica de la Anunciación en Nazaret en 2019, me sentí llena de gozo al darme cuenta de que este era el lugar en donde la Palabra se hizo carne.
Como coordinadora de RICA en mi parroquia, es común que necesite explicar las enseñanzas y prácticas marianas. Muchos participantes tienen la idea equivocada de que los católicos adoramos a María. He visto cómo los hombros se relajan cuando les explico que honramos a María por el papel especial que tuvo en la vida de Jesús, pero que solo Dios es digno de ser adorado. He visto sonrisas cuando las personas entienden por qué nos inclinamos al decir las palabras “y por obra del Espíritu Santo, se encarnó de la Virgen María y se hizo hombre” cuando rezamos el Credo de Nicea. Anteriormente estas personas creían que era una inclinación ante María durante la única vez que se le menciona en el Credo, ahora saben que es un signo de reverencia a Dios, que se encarnó en Jesús.
María tiene un lugar indicado en relación con Dios, sin embargo, ella tiene un lugar lleno de honor en nuestro corazón. ¡Que ella sea siempre la reina de nuestros corazones!
Imagen: Jean Michel MAZEROLLE/CIRIC