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Jesús les contestó: “Yo soy el pan de la vida”. –Juan 6, 35
Percibimos que comienza a desarrollarse un patrón. La comida gratis no lo es del todo, incluso cuando el maná llueve del cielo para todos los comensales. La fe tampoco es gratis, cuando profesamos un credo, se nos exige llevar una vida que sea coherente con tus palabras. Ir a la Iglesia que es mucho más que refugio gratuito en las tormentas de la vida. También implica una rendición al servicio. Y cuando Jesús dice: “Yo soy el pan de la vida’’, es tanto un regalo como una responsabilidad.
“Señor, danos siempre de ese pan”, es lo que le ruega la multitud a Jesús. Danos el pan que quita el miedo a querer más. Tú y yo somos parte de esa multitud y pedimos algo que no comprendemos completamente. Queremos el pan que es realmente la vida de Cristo, así tenemos la seguridad de la vida eterna. Y sí, la Eucaristía es ese tipo de garantía, pero no es gratis. A pesar de que los acomodadores no nos detienen cuando nos acercamos al santuario para recibir la Sagrada Comunión, la Eucaristía no es gratis. Una vez que la vida de Cristo está en ti, eres Cristo por el bien del mundo. Pregúntate: ¿Cuánto le costó a Jesús ser Jesús?
¿De qué modo eres el pan de vida para quienes te rodean y para quienes están lejos?
Imagen: Corinne SIMON/CIRIC
