For the English version, click here.
‘No me molestes. No puedo levantarme a dártelos, porque la puerta ya está cerrada’. –Lucas 11, 7
Las personas sensatas cierran sus puertas con llave al final del día. Esto cierra nuestra responsabilidad hacia el mundo exterior. Una vez que la puerta está cerrada, no te molestes en llamar. Vuelve mañana.
Sin embargo, Jesús compara la generosidad de Dios con la persona que se levanta de la cama después de cerrar la puerta para ayudar a un amigo necesitado. Si tú y yo hiciéramos esto cuando el golpeteo persistente del visitante de medianoche es demasiado molesto, ¿cuánto antes y de mejor humor responderá Dios a nuestras necesidades?
Todos cerramos nuestras puertas en ciertos puntos de cada relación: cuando las demandas son demasiado frecuentes, cuando estamos cansados o desgastados. A veces, los límites se establecen y la puerta debe permanecer cerrada. Pero de vez en cuando, deberíamos revisar esa política. ¿Estamos entendiendo bien lo que significa acoger a los demás?
¿Quién te ha abierto una puerta que de otra manera hubiera permanecido cerrada? ¿Cómo sabes cuándo es el momento de abrir una puerta para otra persona?
Debido a que El Evangelio en el hogar hace una pausa durante los meses del Verano, tomaremos nuestras reflexiones semanales de Para meditar las lecturas dominicales.
Imagen: William Holman Hunt (1827–1910), public domain